De como reír con vos, era tan natural.

martes, marzo 2

siempre se vuelve, quiérase o no





Bajó del avión sin saber muy bien que esperar. Y quizá era mejor así. Tres vuelos juntos en una misma sala de desembarque para retirar las valijas, mochilas y otros bartulos. No pudo evitar pensar que quizá algún día ella viajaría en primera clase, como en las películas, y ya de esas cosas no tendría que preocuparse o amargarse o pelearse con el chino yankee que le hablaba y ella no lo entendía.
Febrero se le había pasado volando, entre nubes y céspedes húmedos, treinta días de la mejor paz absoluta. De inspirar ese aire puro sin ninguna contaminación. De cerrar los ojos y sonreír sin ningún miedo. ¡De caminar por las calles y que los obreros no gritaran groserías!
Y bajar a tierra, a una Buenos Aires acularada, pesada, húmeda (100%) le recordó que tenía cosas por hacer. Tantas.
Empezar con el colegio nuevamente, su último año del instituto, su primer año en una división importante de hockey, las amistades nuevas y el viaje de egresados. Recordó a sus amigas y no hizo otra cosa que llegar y llamarlas y lo recordó a él.

No había podido hacer su ritual de despedida, hay que aclarar que las vacaciones aunque algo tranquilas no habían sido del todo organizadas y muchas cosas habían quedado en la nada. Como su ritual de bajar al lago, sentarse en las rocas con su iPod y un par de flores que luego irían a parar en su diario. Escribir con ladrillo promesas en las rocas que luego las olas se encargarían de llevar para guardarlas a salvo. Y quizá a Miel eso luego la afectaría un poco.

Tenía que ver a Matthew, que hacía ya treinta días que no lo extrañaba, que de hecho pensaba más en otros que en él. ¿Cómo decirle que quizá la relación no era más que un amor de verano? ¿Cómo decirselo sin luego arrepentirse? Sin luego extrañarle ese huequito entre su hombro y mandíbula? Lo quería, de eso estaba segura, pero no quería estar con nadie, y menos seriamente, en ese momento. No, quizá era mejor dejarlo y no lastimarlo más tarde y más profundamente. Prefería sufrir ella antes que él. Si.

Así era mejor, y cerro los ojos, y durmió, luego de treinta días, en su cama rodeada de sus peluches y almohadones.

5 comentarios:

  1. es horrible cuando volves de las vacaciones y sabes que en el momento que quitaste los pies de la manga se te acaba toda la libertad y se te vienen todos los quehaceres encima...

    muy buen relato! besos!

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  2. Me encanta Miel, es genial, la adoro sisi escribes la mar de bien! un besoo! ^^

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  3. Las vacaciones son como aquel momento de tu vida que no parece de verdad, después vuelves a la realidad y todo hace "plop", y es como cuando te despiertas sobresaltada de un sueño, que estás desorientada.

    ¡Un beso!

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  4. siempre se extraña ese huequito entre el hombro y mandíbula... muy bonito

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  5. Me gusta Miel, y este texto desprende madurez, aunque solo la suficiente, que cada edad tiene su encanto.

    Besos

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