Sólo

Caminaba sin tocar las líneas.
Y no prescisamente por fobia o por el juego que le habían enseñado de chiquita. Sino porque sencillamente se le daba la gana. Quería caminar y no tocar, ni siquiera rozar las líneas que dividían las baldosas hasta su casa. En ese día hasta hubiera contado la cantidad de baldosas que sus pies tocaban hasta que entrara a la escalinata de su hogar.
Pero tampoco estba tan mal. O quizá si, pero no le importaba.
Miel era una chica de mediana estatura, con su cabello castaño y ondulado hasta los hombros o incluso unos centímetros más, eso sí, de puntas florecidas. Sus ojos verdes estaban cubiertos por un flequillo recto pero indomable. Miel odiaba su nombre, tanto que nunca lo mencionaba, sólo se limitaba a decir "Meme" apodo que sus amigas le habían puesto, y si alguien preguntaba por su verdadero nombre, ella contestaba sólo si le tenía confianza.
Hasta que lo conoció a él.

Con él no tuvo miedo de decirle el nombre, ni verguenza ni nada. Con él sentía que no podía mentir, que debía ser ella y nadie más. Porque con él no habían secretos.
O eso creía.

Y ella caminaba entonces.

- Idiota, -susurró entre dientes.