Agustín caminaba por las calles, entre los labios una canción pegadiza que había escuchado al pasar por una florería con la radio prendida, y aún con esa melodía compradora y pegajosa, no podía dejar de pensar en ella.
Las cosas no habían salido como él había planeado, para nada de hecho. Pero sin embargo, todo había salido bien.
O eso creía.
Había conocido a Valeria hacía tanto, y su sonrisa lo tenía desde ese día, encantado.
Hasta que algo los separó, y la conocía a ella.
Ella: Castaña, mediana estatura, ojos verdes completamente profundos y... Dueña de una mente complicada y cerrada a todo curioso interesado. Se había deshacido en encantos para lograr que ella le diera un solo beso. Un beso único que lo había vuelto loco, y que lo había llevado a hacer cosas aún más locas para conseguir que fuera a otra fiesta para poder volver a verla. Y le gustaba tanto.
Pero Valeria volvió.
Entonces, esa inocencia rubia lo atrajó nuevamente, y él se decidió por ella.
Pero jamás de los jamáses se olvidaría él de la mirada de Miel, de esos ojos profundos lastimados, curtidos y acuosos que no tenían palabras suficientes para expresarle todo el mal que él mismo le estaba haciendo.
No, jamás podría olvidarse de eso.
Ella no lo dejaría olvidar.
Me gusto mucho la entrada, me gusta lo que escribis, y tenes mucho estilo.
ResponderEliminarTE SIGO, OBVIO.
un beso grande, nunca cambies :D
Graacias :)
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