De como reír con vos, era tan natural.

viernes, julio 22

El Sillón

(http://www.youtube.com/watch?v=2ZK23sxkpk0&ob=av2e)

Las manos llenas de carboncillo, el jardinero desabrochado, el flequillo desordenado y una manta escocesa azul sobre sus piernas. El sofa de terciopelo antiguo, con sus cuantos años de historia encima y de otras piernas sucias. Ella, acostada, con la relajación recorriéndole el cuerpo, dormida y en otro mundo.

Pero él no.

Él exactamente estaba con los pies bien en la tierra, sentado frente a ella, y sin poder dejar de sonreír. Después, poco a poco, bajo uno a uno sus dos pies al piso y el papel bajo el peso crujió: los mil y un dibujos que habían hecho horas antes. Pateó sin quererlo una botella y un poco de cerveza manchó uno de las ilustraciones, y por más que se apuro en enderezárla, no pudo evitar lo inevitable. Al instante una mano conocida, llena de carboncillo, tomó la botella de las manos de él, sin sacar la otra de su hombro, se tomó lo que quedaba y lo miró sonriendo. Con esa sonrisa auténtica de ella, que podía volverlo loco al instante.

Y un beso. También de esos de película, con espalda arqueada, las manos de ella en su cuello y las de él, ahí justo donde la cintura se encuentra y la espalda se arquea.

Si les digo que el beso terminó en el sillón de terciopelo antiguo, y el rostro de él dibujado en carboncillo, y muchas risas con aire de verano, con el tono dorado en ambos dos, ¿me creerían? Porque eso también paso. Una vez un amigo me dijo que los sillones tenían el enorme poder de crear el más grande de los rumores, como también el más mentiroso; además, los sillones también esconden secretos. Y guardan las mejores frases de charlas que parecen tan guionadas.

Pero claro esta, que luego de tantas sonrisas y besos, comienzan las respiraciones profundas, los besos, ¿cómo describirlos? Respirados. Entonces, aparecen de tales frases, un millón.

- Te estoy llenando de lápiz, -le dijo ella riéndose.

- Dibujame, no me importa, -le respondió él.

Los besos seguían dándolos vueltas en el sillón, como ruleta Rusa. Y reían porque ella tenía el lápiz en mano, y él intentaba por todos los medios no quedarse en ninguna posición estática para que ella no pudiera ilustrar nada por entero. Hasta que lo logró, un elefante chiquitito en el pecho de él, sobre el lado del corazón. Cuando él lo vió le preguntó porqué un elefante y ella respondió:

- Porque los elefantes no olvidan jamás.

- ¿Y que no queres olvidar?

- A vos.

1 comentario:

  1. Oh, esas historias de sillones cómodos y narices manchadas de carbonilla.

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