De como reír con vos, era tan natural.

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sábado, mayo 21

you feel great but you're torn inside


Te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño te extraño y te sigo extrañando.

Y te necesito mucho más, te extraño demasiado. Necesito tu cuello y respirarte y necesito tus brazos para cuidarme del frío. Y para contarte todo y que me digas que me preocupo por nada y así calmarme. Te sigo extrañando y duele, y parte el alma. Y mi orgullo se mantiene con la frente en alto pero bien sabemos los dos que soy tan bipolar que puedo usar mi otro lado para decirte todo ésto. Si es que alguna vez lo vas a leer sin pensar que estoy locamente histérica y que me faltan varios jugadores. Me está consumiendo.
Tu falta
y tener tu chalina escondida en el placard.

Entra en mi habitación y llevátela sin que me de cuenta.
Prometo no atarte a mi muñeca
(o al menos intentarlo).

Y así la muchacha escribía, otra vez, otra carta. Porque creía que las palabras podían aún cambiar algo de lo que entre ellos había pasado. Porque para ella había ahí algo por lo que luchar.

Miel leía el libro en manos, y se daba cuenta de cuán mejor era vivir entre hojas, nadie te lastimaba de esa forma. El dolor era el solo pasar de hojas y rasparse de vez en cuando con algunas de aquellas filosas y nuevas. Sentirse, ¿sola? O más que eso. Dónde quedo la alegría, dónde se la llevaron. Dale un electroshock a ese corazón, por favor.
Porque no palpita, no.
Y no tiene guía ni rumbo, ni le interesa.

Volve, volve por favor.
pd. ¿quieren saber lo peor? Ya no hay más tiburoncitos, por ningún lado.

viernes, agosto 6

i need you so much closer


Dejar atrás las montañas atrás, por edificios, incluso más altos pero con tan pero tan poco oxígeno. Y dejar atrás lagos por el agua de la canilla, o la de los floreros que se torna verdosa y con tal hedor luego de no cambiarla. El aire se respiraba tan diferente, y se escuchaba así también. Ayer el viento amenazaba con destruír las ventanas y la puerta del balcón, y Miel las miraba temblar con el frío. Al unísono. Y oía al viento hacerse oír, cantando cual película de terror minutos antes de que entre el asesino en escena y maté al protagonista. Y volver a Buenos Aires, era escuchar el 60 pasar por su casa, y las vocinas, y el tránsito insoportable. El humo negro carbón de los colectivos, el malhumor de los taxistas. Dejar Bariloche atrás y volver a la rutinaria Baires, ay. Nuestra muchacha de flequillo castaño escribía en su diario (algo retrasado en cuanto a hechos -se había quedado estancada en un mayo 16-), intentando avanzar y sabiendo que los libros la esperaban acumulados, que dentro de ellos porcentajes, fracciones, neutralizaciones, dilusiones, Urquiza y Sarmiento la esperaban. Y ni que hablar de los Tres Mosqueteros. Pero siempre era bueno volver y descubrir un nuevo pañuelo con perfume de su iaia en el escritorio, ver a su gordito pequeñito sonreír y responder "si" a la pregunta de si la había extrañado, ver a Mora, Agyness y Celeste. Que le hablara Agustín para verla en una fiesta, también era parte de lo bueno. Saber que iba a ir a comprarse sus tan queridos tiburoncitos apenas pudiera y si era en companía de Edward y Jacob, mejor. Siempre hay algo bueno en volver, el tema es ver el vaso mitad lleno, ¿no?

pd. gracias (tantas) a las 87 personitas que siguen a esta loca muchachita!

domingo, febrero 14

La Adicción de los Tiburoncitos



La adicción de los tiburoncitos es una anécdota de las más bizarras. Es una pequeña historia escrita por manos descalzas y billeteras no muy llenas. Es una recopilación de golosinas esquisitas e infinitas. A Miel los tiburoncitos la volvían loca, luego del Kinder Sorpresa, eran una de sus favoritas. Era tan rico para ella, que cada vez que iba al cine los buscaba entre los estantes y si no habían, la película no era la misma. Llego a incluso comprarlos cuando no iba a ver la pantalla grande, si. Era una adicción pero de las buenas. Los tiburoncitos le llenaban cada uno de los pedacitos de plastilina de su pequeña cajita (hecha de fragil porcelana) de emociones.

Pocos la conocieron, entre ellos su mejor amigo, goloso como él solo y Matthew. El último reía cada vez que la veía buscarlos y encontrarlos y que la cara se le iluminara de felicidad infantil. Estaba empezando a pensar en ella más de lo que ella pretendía que él hiciera. Pero no podía detenerlo y aunque le dijeran que no era su culpa, ella no se sentía bien.

El amor suele ser tan impredecible y decepcionante como predecible y capaz de derrivar tanques militares. El amor nunca se olvida, se aprende de él y con él se vuelve a errar nuevamente. Porque somos cabezas duras. Seguimos empeñados en conseguir ese amor verdadero, buscándolo en el mínimo recóndito lugar del mundo, y en la persona menos esperada, pero sólo deberíamos dejarnos encontrar. Que nadie busque, señores, que en la vida hay algo que se llama destino y coincidencias. Uno la escribe y camina, toma la derecha o la izquiera y de alguna forma la vida siempre tiene variables, pero si nos dejamos encontrar, esta en nosotros aceptar lo que se nos entrega del alma o no. Aceptar y esperar a que lo que venga sea mejor.

Como Miel que sube las escaleras mecánicas de dos en dos, y espera encontrarse con sus tiburoncitos ahí, esperándola para iluminarle el rostro con esa felicidad infantil.


pd: ¡Feliz San Valentin!

jueves, enero 14

A Miel le gusta estar sola

Miel respiro, el humo que se despendría del cigarrillo ya no le molestaba: por algo lo estaba fumando. Habían tantas cosas que ya no le molestaban. Finalmente había encontrado esa paz, que sólo sentía al estar sola. Sin Matthew, sin Serafín, sin Agustín, sin nadie más que ella, sus libros, su lapiz, su música y sus cigarillos. Pasaba las tardes enteras en Starbucks llenando servilletas de poemas y cuentos de perfectos amores, situaciones que en su vida había vivido, con excepciones de varios sueños bastantes vívidos.

Estaba sola.

Matthew en américa del norte, y sólo hablaban a la noche, entonces ella no dormía, y al otro día era cuidar a su pequeño hermanito de dos años con la almohada pegada a un hemiferio de su cabeza. Entonces los fin de semanas ella se escapaba, y se internaba sola solita en cualquier otra ladoque le permitiera estar sola y pensar.

Tenía diez días más para pensar antes de que él volviera, y los mensajes volvieran, y las salidas, y los besos, y abrazos, y los tiburoncitos, y las películas, y los encuentros de manos, y las vueltas en colectivo, y las charlas con mendigos, y las camintas nocturas, y la búsqueda de estrellas en noches nubladas, y las filosofías baratas, y el orgullo machista de no dejar a una mujer pagar, y la ternura infinita, y las llamadas sin sentido pero con, y esas sonrisas llenas de sentimiento (¿amor o cariño?), y las miradas cómplices, y las caricias, y la pasión joven, y las flores marchitas del suelo que ella recogía siempre, y a él tanto le molestaba; para que todo eso que la estaba haciendo feliz y ella no se daba cuenta, volviera.

Sonrió, entre las servilletas que la rodeaban al ver pasar una parejita.
oñɐɹʇxә әʇ